La vida de las personas sin hogar está marcada, entre otras cosas, por la ausencia de recursos económicos

 Un binomio, un trinomio y más

A la hora de buscar trabajo, las personas sin hogar encuentran serias dificultades para encontrarlo, lo que se agrava en el caso de las personas jóvenes. En la Fundación Luz Casanova abordamos esta situación apoyando y acompañando a las personas en ese proceso

Hablamos con David González que ejerce de técnico de empleo y formación en el proyecto “Impulsa” de la Fundación Luz Casanova. Esa actividad la lleva a cabo en el recurso residencial “La Kasa” donde jóvenes de 18 a 28 años, en situación de sin hogar, encuentran no solo techo seguro y vivienda digna, sino también reciben asesoramiento, acompañamiento y cuantas herramientas son necesarias para evitar la exclusión social.

David sabe de binomios, trinomios y mucho más.

Hablemos del binomio personas sin hogar y sin empleo

La vida de las personas sin hogar está marcada, entre otras cosas, por la ausencia de recursos económicos, por lo tanto, el desempleo es una cuestión que no podemos dejar de poner encima de la mesa cuando hablamos de este colectivo.

Estar dentro del mercado laboral, sumamente competitivo, precario en muchas ocasiones y con altas tasas de desempleo -aunque en algunos momentos parece que mejora-, hace que las personas sin hogar lo tengan realmente complicado. Esto es así porque la carencia de empleo e ingresos económicos hace que aparezcan privaciones que afectan de forma directa a la propia posibilidad de inserción, como por ejemplo la ausencia de vivienda, de una red social o, en muchas ocasiones, el deterioro de la salud. De esta forma, nos encontramos con obstáculos muy difíciles de superar de cara a la búsqueda de igualdad de oportunidades para este colectivo.

En este sentido, creo que es fundamental la mirada que aportan las entidades que trabajan de forma directa con las personas sin hogar, tanto para tratar de ayudar a cubrir las necesidades del momento, como para tratar de trabajar para conseguir que las personas salgan de esas situaciones y, si es posible, evitando que vuelvan a ellas cuando logran la mejora de sus condiciones vitales.

En octubre del año pasado, desde FACIAM se alzó la voz por 1.600 personas que estaban en situación de sinhogarismo, un número lo suficientemente alarmante como para plantear medidas que ayuden realmente a cambiar la situación, por ejemplo, en cuanto al empleo.

Hablemos ahora del trinomio personas sin hogar, sin empleo y jóvenes

El dibujo que plantea esta cuestión ha cambiado: cada vez más gente joven se encuentra dentro de este trinomio. Otra de las evidencias que ponen encima de la mesa las entidades que trabajan con este colectivo es que, aproximadamente, el 30% de las personas sin hogar tienen entre 18 y 30 años de edad, con una media aproximada de 21 años, según datos de finales del año pasado.

La población que está enmarcada en este tramo de edad debería ser, por naturaleza, parte de la población activa, o al menos estar en proceso de formación para ello. Dentro de las dificultades habituales, tenemos que añadir que un alto porcentaje de la población joven en situación de calle carece de la documentación necesaria para poder optar a un contrato, lo que implica que el acceso al empleo sea de forma muy precaria, si es que llega haber opciones de trabajar. Aunque este aspecto no es el único que caracteriza a los jóvenes que están en situación de calle, pienso que es algo fundamental que dificulta en mayor medida su acceso al mercado laboral.

Vayamos más allá de personas sin hogar y sin empleo: ser mujer

Las mujeres jóvenes en situación de sinhogarismo muchas veces están invisibilizadas y, aunque hay estudios que demuestran que el porcentaje de mujeres ha aumentado en cuanto a personas sin hogar, las realidades que viven hacen que sea más complicado crear acciones que las ayuden de forma más directa. Está claro que el acceso al empleo puede dar ese plus para mejorar su situación y avanzar en el proceso de forma más autónoma.

¿Qué dificultades específicas enfrentan las personas sin hogar a la hora de buscar y encontrar un empleo digno?

La mayor dificultad es en sí misma su propia situación, pues no les permite hacer una búsqueda efectiva de empleo. A pesar de tener los recursos a su disposición, se encuentran muchas veces con limitaciones que dificultan el proceso. Por ejemplo, el número plazas para participar en una actividad concreta. No poder contactar con estas personas de forma habitual también es un problema porque, actualmente, tener un teléfono y acceso a internet es fundamental para conseguir empleo. La no existencia de horarios y rutinas, o al menos depender de aspectos externos para conseguir cierta normalidad, hace que la rigurosidad que requiere un trabajo no se cumpla y en las ocasiones que se logra la inserción el mantenimiento se hace realmente complicado.

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Podríamos ir un poco más allá y hablar de salud mental, adicciones…, en referencia a la situación individual y particular de cada persona. Cuanto más tiempo pasa en situación de sinhogarismo, más difícil es salir de ella.

Cuando hablamos del colectivo de personas sin hogar nos referimos a un porcentaje importante de personas que no tienen una situación administrativa favorable, por lo que no cuentan con permiso de trabajo. Legalmente, no pueden trabajar y cuando lo hacen (sin contrato), generalmente, las condiciones laborales no son dignas. Para las personas que cuentan con una situación legal para poder trabajar, la influencia del momento actual es evidente y muchas veces deben aceptar condiciones injustas ante la necesidad de generar ingresos; esto puede ser algo generalizado en la población que vive en situación de vulnerabilidad y, en el caso de las personas sin hogar, creo que se acentúa mucho más.

¿Cuáles son las dificultades específicas de chicos y chicas jóvenes?

En referencia a las personas jóvenes, pondría el acento en todas y cada una de las dificultades ya nombradas, añadiendo, sobre todo en función de las personas que atendemos en la residencia La Kasa, el peso que conlleva ser de origen extranjero, especialmente de origen marroquí, aunque podríamos añadir otras nacionalidades.

Las personas jóvenes que están en situación de sinhogarismo tienen un bagaje vital realmente duro, realmente complicado. La inmadurez propia de la edad, junto con sus vivencias, hace que muchas veces no estén preparados para trabajar, o al menos haya que profundizar en otras facetas de su situación, para lograr aquellas capacidades que les permitan acceder y mantener un puesto en el mercado laboral.

Si hacemos referencia a las mujeres en situación de sinhogarismo, podemos afirmar que el acceso al empleo consta de todas las dificultades que hemos ido explicando, con el condicionante de que hablamos de mujeres. ¿Por qué un condicionante? Las mujeres están invisibilizadas, ya que a ellas les afectan otras formas de sinhogarismo que a lo mejor no es tan fácil de ver. Por ejemplo, en muchas ocasiones, viven en casas de amigos o familiares, obligadas a pasar el día fuera para no molestar y que no las echen, o en habitaciones realquiladas. En muchos casos, las jóvenes inician o mantienen relaciones profundamente tóxicas para no acabar en la calle. Esto hace que la realidad pueda estar distorsionada. Evidentemente, la búsqueda o mantenimiento del empleo en estas condiciones es muy complicado, ya que esas mujeres no solo deben afrontar la situación de sinhogarismo, sino también el añadido de sufrir los efectos de esos agravantes.

¿Cómo abordamos el trabajo con jóvenes desde la Fundación Luz Casanova? ¿Cuál es nuestra propuesta de valor y por qué nos diferenciamos de otros planteamientos?

Creo que la propuesta de valor que se hace desde la Fundación Luz Casanova es trabajar de tal forma que la persona sea la protagonista de cada situación. No se trata de crear un camino para que esas personas vayan siguiéndolo, sino de construirlo conjuntamente, probar si es el adecuado y, si fallamos, reconstruimos. Cada persona con la que trabajamos es una oportunidad en sí misma. Estamos muy acostumbrados a ver datos, cifras, porcentajes… que justifican proyectos, que miden éxitos o fracasos y nuestra visión va mucho más allá. Las personas con las que trabajamos son ellas mismas, no sólo con el nombre que las identifica sino, además, son su propia historia, una vida que llevan en su mochila personal que les acompaña y, a veces, se pueden permitir vaciar o llenar, en función de cómo vaya su camino. El personal de la Fundación Luz Casanova, como profesionales, debemos estar ahí para ser apoyo y crear oportunidades. Algo fundamental que observo en la Fundación es la capacidad de escucha hacia las personas que atendemos, lo que ayuda a avanzar y mejorar sus situaciones vitales.

¿Qué proponemos?

Creo que sería fundamental hacer propuestas que conlleven de forma implícita la creación de proyectos para solventar el problema de las personas jóvenes en situación de calle. Es un beneficio social tanto para el colectivo en particular, como para la población en general.

Es importante que las medidas que proponemos y las que ya están en marcha aterricen. Por ejemplo, el cambio en la ley para que se pueda solicitar el permiso de residencia y trabajo, a través del arraigo por formación, es algo que a priori aporta una opción importante para ayudar a las personas jóvenes, pero la falta de información dificulta el inicio de todo el proceso.

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