Apostar por la igualdad desde la adolescencia y con ellos
La cifra de asesinadas no deja de crecer. La de las violentadas, tampoco. Hace voluntad política, presupuestos, llamar a las cosas por su nombre (violencia de género, en este caso) y trabajar con los jóvenes, con ellos y ellas. Los motivos del machismo, de los golpes y de la desigualdad vienen por una clara estructura patriarcal y por el inmovilismo de los hombres, que suelen pensar que conseguir erradicar esa violencia es cosa de las mujeres. Pero no solo eso, los hombres deben también renunciar a privilegios, los que hacen que ellos cobren más, no tengan techos de cristal, vivan un ocio más rico en horas y no tengan miedo de salir a la calle, por ejemplo.
Para avanzar, hay que atajar esos problemas culturales y empezar a preguntarse cómo interpretan los hombres el origen y el significado de la violencia de género. ¿Se ha generado algún cambio significativo en nuestros jóvenes y adolescentes con respecto a las generaciones anteriores? ¿El grado de compromiso e implicación de los hombres ha variado sustancialmente en estos cuarenta años de democracia? Y sí, sin duda, hemos avanzado: empezamos a tener conciencia de que nos matan por ser mujeres y cuando salimos a las calles a pedir igualdad, nos emociona encontrarnos con hombres de distintas edades que claman por la igualdad.
No obstante, falta mucho. Las cifras lo avalan y los estudios hablan de que el 40% de los hombres jóvenes españoles no percibe desigualdades de género relevantes. También, según los especialistas, 3 de cada 10 jóvenes varones están en riesgo de generar conductas violentas y discriminatorias cuando su posición ventajosa sea cuestionada. Así mismo se repite que un tercio de los chicos y chicas jóvenes no identifica los comportamientos de control con violencia de género. Por eso está claro que hay que trabajar con ellos y ellas para que no reproduzcan los comportamientos que han heredado.
En la Fundación Luz Casanova apostamos por ese trabajo de prevención, porque parte de la solución está en ellos y en ellas. En estos días publicamos los primeros resultados de un proyecto piloto, Xico q hablan, en el que hemos trabajado con adolescentes en riesgo de exclusión social. Con ellos hemos hablado de violencia de género, de desigualdades, de sexo, de privilegios y relaciones sanas. Los datos tras dos años de talleres con 30 chavales en situación de vulnerabilidad en dos barrios de Madrid, donde se crean espacios propios y especializados para ellos, ofrecen unos resultados más que interesantes: se reduce el número de potenciales agresores, que pasa de un 30% a un 22%; y las agresiones entre ellos reducen casi a la mitad, pasando del 40% al 21%. También mejora su sensibilización contra la violencia de género, que pasa al 36%, cuando al principio solo lo hacían el 5% del grupo. Y aunque estas cifras dan un espacio para la esperanza, no dejan de alarmantes y requieren de un trabajo de continuidad.
Pero además, y a pesar de las dificultades por la situación de vulnerabilidad de los chicos con los que se ha trabajado y las limitadas horas de trabajo del programa piloto (dos sesiones por semana de una hora de duración), un: 35% mejora rendimiento escolar de manera notable; una 25% incorpora habilidades para resolver conflictos y entender la igualdad/desigualdad; un 40% logra entender el origen histórico de la desigualdad de género y un 60% incorpora nuevas formas de mostrar afectos e interactuar desde el respeto con el grupo aunque tenga contradicciones y dudas sobre la violencia de género.
Haber llegado a esas cifras no ha sido fácil. No existe la magia; hay que desaprender para aprender y erradicar estas actitudes es un proceso largo y de continuidad. Hace falta que construyamos para ellos un futuro con posibilidades en todos los ámbitos. Y por supuesto, ese futuro debe ser feminista y partir de la igualdad, por ellos, por ellas y por toda la sociedad.