El futuro será ecofeminista o no será
El 5 de junio celebramos el Día mundial del Medio Ambiente, una fecha que, según la Organización de Naciones Unidas, sirve “para que las personas hagan algo por el Planeta Tierra”.
En estos días como, las acciones de algún tipo de entidad ecologista o las demostraciones sobre las consecuencias del cambio climático en nuestra propia ciudad nos hacen reflexionar eso de que “con un solo día al año no hacemos nada para conservar nuestro Planeta”.
El ecofeminismo es un movimiento social que cada día trata de dar voz a la necesidad de cuidar de nuestro entorno, para poder crecer como sociedad.
Feminismo y ecologismo están inseparablemente unidos: el dominio del patriarcado en nuestra sociedad hace que la mujer pase a un segundo plano, que no sea tenida en cuenta, que sea usada como un objeto (pornografía, prostitución,…) y se ejerza una violencia sobre ella que a todos los niveles (social, familiar, laboral, institucional). Su papel como cuidadora es innato a su sexo y está especialmente unido a momentos como la infancia, la enfermedad o la vejez.
Por su parte, el sistema económico que se impulsa desde el patriarcado deja en un segundo plano nuestro entorno, a nuestra Tierra. No es posible que el capitalismo haga crecer nuestra economía en un mundo con recursos finitos. Este sistema precariza e invisibiliza los trabajos que hacen posible el mantenimiento de la vida humana, como la producción agrícola o el trabajo reproductivo.
La mirada ecofeminista permite tomar conciencia de oposición y conflicto entre el capital y la vida, y puede ayudar a reconfigurar la lógica política y económica.
El hecho de que los recursos sean finitos provoca violencia en muchas partes del mundo y esa violencia se traduce en guerras, pobreza, desigualdad, … una lucha de poder que amenaza a nuestra propia supervivencia y la de nuestro Paneta.
El ecofeminismo promueve una cultura de la autocontención en lo material, una apuesta por la relocalización de la economía, la compra en comercio local, la restauración de la vida rural, el apoyo a nuestra agricultura, la disminución del uso del transporte…. con un reparto de las obligaciones y de la riqueza no definido por el sexo sino por la aportación real que se hace cada persona a la sociedad.
Este movimiento motiva, ilusiona, nos ayuda a comprender lo que está sucediendo y nos da herramientas para tratar de hacer las cosas mejor en nuestro día a día, porque sólo así lo conseguiremos, porque el futuro será ecofeminista… o no será.