Haciendo nada
No sé qué le habrá pasado al resto de la población cuando les dijeron que no tenían más remedio que esconderse en casa. A mí, que seguramente fui oso en otra vida, y aún echo de menos las largas temporadas de la hibernación, no me pareció tan mal. Me refiero al hecho de encerrarse en el hogar, no a la huida de la enfermedad, a los miles de muertos, a las familias destrozadas y a la economía en estado de ruina.
Hablo de la idea de pasarme días y días entre mis cuatro paredes. Me imaginé a mí misma leyendo por fin las decenas de libros que aguardan pacientes en las estanterías, escribiendo cualquiera de las tres novelas que sólo viven en mi mente, recuperando cualquiera de los idiomas que aprendí a chapurrear en la adolescencia, poniendo mi cuerpo súper en forma por primera vez en mi vida, ordenando la librería alfabéticamente, organizando por fin todos y cada uno de los armarios, haciendo una limpieza general súper profunda (ja…).
Sin embargo he descubierto una faceta en mí desconocida. La de poner el cerebro en modo “Pausa”. La realidad se ha impuesto: No he escrito nada, no he leído ni tres hojas, no he ordenado sino todo lo contrario, no he producido nada que la humanidad vaya a recordar en los siglos venideros. Casi no he visto ni películas.
He pasado, y paso, horas y horas mirando por el balcón, sentada en mi tumbona en la terraza (bendita sea) admirando mis jardineras. Qué cosas tan fascinantes he observado. Cómo brilla con la luz del sol el pétalo de la begonia. Ni la mejor purpurina podría imitarla. Cómo crece la cerraja. Es increíble de qué forma tímida se abre, como destrenzando su rubia melena antes de atreverse a ser presentada en sociedad. ¿Y las flores de azahar? Qué olor tan penetrante, no hay perfume conocido que se le acerque siquiera. Mi pequeño naranjo, en su maceta roja, ha debido de reconocerse objeto de mi nueva devoción y hasta está ofreciendo lo que pueden ser sus primeros frutos. Unas bolitas verdes diminutas que con esfuerzo va a conseguir convertir en pequeños milagros.
No he hecho grandes cosas. Tal vez no haga falta y haya que hacerle caso al cuerpo. Cuando nos pide que paremos y echemos el freno de mano. Como apagar y encender el ordenador cuando se estropea y no sabemos qué le pasa. Algo parecido.