No aceptes lo inaceptable
El 17 de enero pasado, Oxfam Intermon presentaba un nuevo informe Las desigualdades matan, publicado con motivo de la «Agenda de Davos” del Foro Económico Mundial. En su introducción afirma: “La riqueza de los 10 hombres más ricos del mundo se ha duplicado desde que comenzó la pandemia. Los ingresos del 99% de la humanidad están peor debido a COVID-19. Las crecientes desigualdades económicas, de género y raciales, así como la desigualdad que existe entre países, están destrozando nuestro mundo. Esto no es por casualidad, sino por elección: la “violencia económica” se perpetra cuando se toman decisiones políticas estructurales para las personas más ricas y poderosas. Esto nos causa un daño directo a todos, y a las personas más pobres, mujeres y niñas, y a los grupos racializados en su mayoría. La desigualdad contribuye a la muerte de al menos una persona cada cuatro segundos”
Acabo de leer el libro de Luis Arangurem “Tiempo Emergente. Meditaciones desde la ética del cuidado. Me ha gustado y me ha hecho reflexionar sobre muchas de las vivencias de estos últimos años, sobre todo a partir de la pandemia. Aranguren escribe sobre algunas de las experiencias vividas en este tiempo, muchas de ellas solidarias como nunca antes las habíamos vivido. Señala, como muchas pensamos en algún momento, que nada volvería a ser como antes: “Tomaremos conciencia de que el famoso ‘de esta salimos juntos’ supone mirarnos a la cara y sabernos conectados en el mismo afán de vivir dignamente en esta tierra que nos ha sido dada y que no es de nuestra propiedad. Saldremos convencidos de que ya no hay vuelta hacia atrás, qué salir es reinventarnos como personas, como ciudadanos, como especie humana”. Me ha gustado, ya lo he dicho antes y me ha venido muy bien su lectura-reflexión-oración.
Pero con todas estas cosas juntas, dentro de mí me han venido a la cabeza los nombres de Camilo Torres, Manuel Pérez, Domingo Laín y José Antonio Jiménez, Carlos Múgica… Sacerdotes guerrilleros que después de trabajar por la justicia desde las bases, desde la paz, desde el diálogo… después de ver que las desigualdades seguían y que no se avanzaba en la justicia y la igualdad se fueron a los montes a luchar con la guerrilla por la justicia social. Y no estoy abogando por una toma de armas, nunca fui ni soy amiga de la violencia, pero creo que ha llegado el momento de una desobediencia pacifica, de inundar las calles de voces clamando y exigiendo una justicia social… Es el momento de una insumisión civil a las leyes injustas y discriminatorias con los más desfavorecidos.
Porque como señala Oxfam Intermón en su informe: “Podemos rediseñar radicalmente nuestras economías para que se centren en la igualdad. Podemos recuperar la riqueza extrema a través de impuestos progresivos; invertir en medidas públicas poderosas y probadas para acabar con la desigualdad; y cambiar audazmente el poder en la economía y la sociedad. Si somos valientes y escuchamos los movimientos que exigen cambios, podemos crear una economía en la que nadie viva en la pobreza, ni con una riqueza multimillonaria inimaginable, en la que la desigualdad ya no mate”.
Ayer 31 de enero, día de la paz y la no-violencia escuchaba a Federico Mayor Zaragoza en un ciclo de conferencias organizado, y muy bien, por Cartagena Piensa, comentaba estos mismos datos y el, un hombre que se ha caracterizado por su trabajo en favor de la paz y la concordia en el mundo, decía escandalizado, esto no se puede tolerar, y hacía una llamada a una gran movilización que parase esta desigualdad que parece imparable. Mayor Zaragoza acabó su intervención haciendo referencia a algo que le decía su madre: “Si quieres ser feliz no aceptes lo que pienses que es inaceptable”.
Es inaceptable que los 10 hombres más ricos del mundo hayan duplicado su riqueza desde comenzó la pandemia y los ingresos del 99% de la humanidad están peor debido a COVID-19