Nuestras voces no se apagan
Unos días antes de que comenzará la pandemia y que tuviera lugar el duro confinamiento que sufrimos en marzo, vine a pasar unos días a la playa, en levante. Este mal bicho me cogió aquí y aquí sigo sin saber bien hasta cuando estaré en este lugar. Es un buen sitio para estar en estos momentos: Ya estoy jubilada y la colaboración que hago, tanto en la Fundación Luz Casanova como con la revista alandar la puedo hacer desde aquí sin ningún problema, lo mismo que participar en distintos foros a través de las redes, como tantas y tantas personas lo hacemos en estos meses. Me falta el calor humano, la cercanía de las amigas y amigos, pero eso intento suplirlo con esos videos-cervezas y cafés, en los que además de oírnos podemos vernos las caras y echarnos unas risas. Este sitio es un buen sitio para estar en estos momentos porque cuando me levanto y miro el mar, el inmenso mar mediterráneo, me ayuda a calmar mis ansiedades y me reconforta y fortalece para seguir con cierto garbo este momento de la travesía de nuestra vida que nos ha tocado vivir.
Pero a pesar de estar contenta con todo esto, echaba en falta mi participación activa en manifestaciones, concentraciones, marchas… donde junto a otras personas hacer oír nuestras voces reclamando siempre justicia para todas y todos… reclamar y exigir un mundo mejor.
Hace unas semanas bajé al pueblo cercano al lugar en el que me encuentro, y en la plaza de la Constitución, junto al ayuntamiento y la principal de las iglesias había un grupo de personas, no demasiadas: eran pensionistas reclamando unas pensiones dignas para todas y todos, reclamando justicia para quienes en estos momentos están en las residencias de mayores y una buena gestión de las mismas…. Entonces iba con una cierta prisa y no me detuve en ellos.
Ayer salí en su búsqueda y los encontré. Se reúnen todos los lunes a las 11,30, como en muchos lugares de España. La convocatoria principal es reclamar pensiones dignas para todas y todos. En España hay muchas personas que tienen unas pensiones miserables, muchas de estas personas son viudas que han visto sus ingresos mermados ante la falta del marido, mujeres mayores con pocas posibilidades de otras maniobras que les permitan incrementar esos ingresos y vivir con una cierta dignidad. También se preocupan y ocupan de las mayores que están viviendo esta cruel realidad en la que están inmersas gran parte de las residencias en España. Claman a voz en grito una buena gestión para poder vivir sin miedo y dignamente la última etapa de la vida de estas personas.

Ayer, ya cercano el día Internacional de la lucha contra la violencia que se ejerce contra las mujeres, incorporaron esto a sus reivindicaciones y leyeron un manifiesto que me emocionó por quienes lo leían, mujeres mayores, por la pasión con lo que leían, porque pensé en estas mujeres con las que la Fundación Luz Casanova viene trabajando desde hace años y porque puse nombre y rostro a algunas historias muy cercanas a mí.
“La violencia de género en las mujeres de edad avanzada no es invisible, como se nos dice, y no surge cuando eres mayor. Normalmente es una violencia mantenida en el tiempo, que provoca un aislamiento y falta de apoyos externos que te impiden denunciar, máxime cuando dependes económicamente del agresor. No es invisible, es ocultada o se mira para otro lado cuando es evidente.”… leían en el Manifiesto

“Cuando una sociedad discrimina porque eres mujer y utiliza esa discriminación en beneficio de una parte, es que es el propio sistema quien ejerce sobre nosotras las violencias que hoy denunciamos; agresiones que se entrelazan y que nos sitúan a las mujeres en diferentes situaciones. A eso lo llamamos violencia patriarcal estructural y cuando las instituciones aplican medidas que no rompen, sino que afianzan o prolongan las mismas, hablamos de violencia institucional”.
“Y ahí nos encontramos las pensionistas. Somos diversas porque la edad, la salud, nuestra trayectoria de trabajo o nuestra procedencia y raza, nos sitúa en lugares distintos…. La falta de derechos, el no reconocimiento de los mismos o los recortes que provocan determinadas políticas sitúan a las mujeres de más edad o con distintas discapacidades en absoluta dependencia y nos convierte en sectores vulnerables, donde las violencias tienen efectos aún más graves”.
El Manifiesto es largo, pero merece la pena leerlo. Lo dejo a su elección.
Ayer éramos pocas, algo más de veinte personas, la mayoría mujeres y algún hombre, pero estábamos en muchos lugares de España exigiendo y alzando nuestra voz por nuestros derechos, los de las personas mayores entre las que ya me incluyo, y justicia social para todas y todos.
Ayer di gracias porque en un pequeño rincón de España también encontré la voz que clama justicia, solidaridad, igualdad… sólo desde aquí podremos vivir verdaderamente en paz.. Dí gracias porque «Nuestras voces no se apagan«, como titularon al Manifiesto leído