Pido respeto y dignidad. No somos números
Me llamo Abdelali Kaddmori, nací en Marruecos, tengo 50 años, soy musulmán y vivo en la calle. Vine a España por eso que vemos en la tele: quería vivir mejor. Muy pocas veces nos preguntan directamente a nosotros cómo sobrevivimos y cómo nos sentimos en un lugar que no es el nuestro. Seguramente resulta incómodo escucharnos.
A mí además, que hablo perfectamente español, además de los dos idiomas oficiales de mi país: francés y árabe, en muchos de los servicios sociales por los que he pasado me dicen que soy impertinente, que pido demasiado, que exijo. Sí, es cierto, cuando veo abusos o tratos no dignos, lo comento y con educación saco mi móvil y hago fotos. Salen lugares sucios y falta de atención.
No somos números, no somos una fila de personas con hambre que quieren hacer colas para obtener un plato. Cada uno de nosotros tiene una historia y unas peculiaridades diferentes y complejas.
¿Que qué pido yo? Muy fácil, quiero respeto y dignidad. Quisiera que políticos, instituciones, profesionales y cualquier ser humano se ponga en nuestros zapatos. No tengo hogar y ahora con la crisis de la Covid-19 las ofertas de trabajo todavía escasean más.
Apelo a dos razones para que se me escuche y se me mire cara a cara, a los ojos, sin miedo. Simplemente no tengo casa. No soy peligroso. La primera es por humanidad. La segunda porque mañana puedes ser tú el que viva en un parque con otros sin techo. Es difícil. Es duro, pero nos manejamos allí. No molestamos y nos ocupamos de dejar todo limpio para que no nos echen. No vale lavarse las manos, no vale escudarse en otros, no vale pensar que “ya bastante que se nos atiende”. No vale decir que “aquí también hay problemas y listas del paro”. Nos falta de todo: un colchón, electricidad, un plato caliente, una ducha, calor humano.
Por eso quiero recordar que somos personas y tenemos dignidad. Y este sistema nos rebaja cuando tenemos hambre y tenemos que soportar una risa, si recordamos que, como en mi caso, por mis creencias no como cerdo. Dignidad es que la gente entienda y respete mi Ramadán. ¿Es eso mucho? A quien lo piense, sólo le pido que lea, que aprenda, que mire, que nos conozca. Además de un bocata, quiero a profesionales como los del Centro Luz Casanova a quienes me siento profundamente agradecido por ese trato humano que nos dan. Porque además de enchufar mi móvil y utilizar unas duchas, necesito a personas que entiendan y sepan quién soy, de dónde vengo y mis aspiraciones: vivir.
Quisiera también apuntar a todas esas personas que nos miran mal. Somos iguales. Abrid los ojos. No juzguéis porque vivamos en un parque. ¿Quieres que te enseñe mis papeles? No, no tengo antecedentes judiciales; sólo me falta un techo.
Abdelali Kaddmori, usuario del Centro de Día Luz Casanova.