cambio climatico

Rebelión por la vida

El 27 de septiembre, por primera vez, millones de personas desbordaron las principales ciudades de más de 150 países en la primera movilización global ante el colapso climático.

Probablemente estamos llegando al despertar de la conciencia colectiva. El deterioro ecológico está dejando de ser algo lejano que nos llega por algún documental a horas intempestivas. Ya han entrado en nuestras conversaciones términos como emergencia climática o sexta extinción.

Los medios de comunicación y los gobiernos minimizan las consecuencias de los fenómenos climáticos anómalos, pero no es posible seguir ignorando lo que vemos: el amazonas, pulmón del planeta, está en llamas. El Ártico, refrigerador y regulador del clima, se derrite.  Nuestros bosques arden, nuestros ríos se desbordan, nuestras cosechas se pierden.

Vamos por mal camino. Deberíamos frenar esta carrera hacia la catástrofe, parar las emisiones de gases de efecto invernadero, proteger y restaurar el medio natural lo que aún podamos; y mitigar el sufrimiento de quienes ya están sufriendo lo más duro de las consecuencias. Pero hacemos lo contrario.

A pesar de tantas cumbres y tantas buenas palabras, los amos del mundo están empeñados en seguir lucrándose a costa de nuestros derechos, de nuestra salud y de la habitabilidad del planeta. Las emisiones no han disminuido sino que han aumentado un 60% desde 1990; un 2,7% solo en 2018. En lugar de socorrer a las víctimas de las catástrofes y de las guerras que ellos provocan, les criminalizan.

En nuestro corazón resuenan dolorosamente los gritos de miles de personas a la deriva clamando por un puerto seguro. Y serán muchas más. No solo vendrán de lejos sino que podrán ser nuestros vecinos, nosotras mismas. Los mega-ricos tienen un plan: atrincherarse, construir muros, reprimir nuestras protestas, penalizar la solidaridad, hacer aceptable socialmente que mueran millones de personas, que es lo que pasará de seguir manteniendo este modelo depredador. Este es el camino de Trump, de Bolsonaro, de Vox. El fascismo.

Pero podemos rebelarnos para forzar un vuelco total de la economía, de la sociedad, para eliminar las actividades contaminantes. La buena noticia es que las actividades no contaminantes son las más útiles socialmente: el cuidado de las personas, la restauración de la naturaleza, la cultura, la enseñanza, la sanidad, el ocio saludable, la solidaridad internacional…

El problema es que estas actividades siguen siendo «cosas de mujeres», mientras que el poder es masculino y ajeno a todas ellas. También es femenina la resistencia antifascista; no en vano somos su blanco principal. Por estas y otras razones, el feminismo es crucial para imaginar esa otra sociedad y conducirnos hasta ella.

El cambio es una utopía, pero seguir en la distopía en la que ya estamos nos conduce inevitablemente al colapso civilizatorio y al máximo sufrimiento. Joanna Macy nos propone tomar la vía de la «Esperanza Activa»: hacer el duelo, entrar en servicio, rebelarnos, ponernos del lado de la vida.

La rebelión continúa. A partir del 7 de octubre, Extinction Rebellion llama a realizar en todas las capitales del mundo acciones de desobediencia civil no violenta, disruptivas de la vida de las ciudades, amables, festivas, conscientes, masivas.  ¡Nos vemos en las calles!

Autoría

  • María Pazos Morán

    Escritora, Feminista, Activista en la PPIINA Autora del libro "Contra el patriarcado: Economía feminista para una sociedad justa y sostenible"