Rescatar esperanzas
En los días que llevamos de confinamiento, escribir me proporciona una especie de terapia de relajación. Reflejar mis sentimientos en el papel, deslizar el bolígrafo para anotar ideas brillantes, frases nítidas, reflexiones sólidamente argumentadas de personas expertas en ámbitos diversos como el periodismo, la literatura, la política, la investigación, los servicios sociales, la medicina, la sanidad…, me proporciona sosiego. Hay días, sin embargo, en los que mi cerebro bulle y me cuesta ordenar las ideas; en vano intento humanizar datos escalofriantes mientras trato de rescatar tantas esperanzas perdidas a lo largo del confinamiento. Esta es, precisamente, la situación a la que me enfrento al leer el informe de Oxfam “Aprendamos de nuestros errores” cuyo subtítulo adelanta el contenido del mismo: “La crisis del coronavirus no puede volver a incrementar la desigualdad ni dejar atrás a las personas más vulnerables”.
¿Cómo no me inquieta leer en el citado informe que la desigualdad repercute en los niveles de riesgo al contagio del coronavirus y las diferentes probabilidades de supervivencia; que los recortes en el presupuesto destinado a servicios públicos ha mermado recursos al sistema sanitario; que muchas personas enfermas no pueden aislarse en sus viviendas porque presentan graves deficiencias o se encuentran sobreocupadas; que las mujeres expuestas a la violencia machista y sus hijos e hijas se hallan en grave riesgo; que el cierre de los colegios se traduce en la calidad y cantidad de alimentación de la población infantil de los sectores vulnerables; que la falta de empleo deja a muchas familias sin ingreso alguno, sin olvidar que más de medio millón de hogares –según la EPA (Encuesta de Población Activa)- no dispone de ningún tipo de renta?
Frente a tantas inquietudes, en el informe aparecen propuestas, muchas de las cuales no son nuevas, pero es necesario recordarlas reiteradamente: la vida, las personas, el planeta deben colocarse en el centro del modelo económico, otorgándole al sector público el papel esencial; las leyes antifraude no deben demorarse por más tiempo y eliminar los paraísos fiscales, sin olvidar el impuesto a las transacciones financieras; los cuidados, la crianza, la atención a personas mayores y dependientes deben plantearse estructuralmente, poniendo en común iniciativas desde el sector público y privado; el ingreso mínimo vital puede ser una herramienta para establecer una red de protección para las personas más vulnerables. En definitiva, para abordar la crisis del coronavirus la cooperación, la solidaridad, las alianzas deben anteponerse a los intereses individuales y, concretamente, la Unión Europea tiene que poner en marcha y facilitar mecanismos de solidaridad para lograr que las desigualdades se frenen y la respuesta de todos los Estados miembros se realice de forma coordinada.
He leído este informe durante la Semana Santa que nos ha tocado vivir, tan excepcional y cargada de interrogantes y pienso que hay millones de personas de aquí y más allá de nuestras fronteras que van y vienen de grandes tribulaciones, cuya supervivencia les supone un calvario diario porque el hambre, las enfermedades, las violencias, las guerras, el hacinamiento en los campos de refugiados causan la muerte a miles de personas, en mayor número que la pandemia global de coronavirus.
La Semana Santa finaliza con la Pascua de Resurrección, el hecho esperanzador por antonomasia para los creyentes, no en vano significa el paso de la esclavitud a la libertad. Con la Pascua se inicia un tiempo nuevo, un tiempo de renovación, propicio para rescatar esperanzas y no hay tiempo que perder, sumidos como estamos en una confusión global, acrecentada por ese enemigo invisible que nos amenaza a todas y cada una de las personas del planeta. En el tiempo pascual que iniciamos, podríamos empezar por buscar puntos de entendimiento y de colaboración para rescatar la esperanza de hallar otras formas de vida basadas en valores sólidos como la bondad, la sinceridad, la empatía o la solidaridad, conscientes de que, como afirmábamos antaño, “otro mundo es posible”, un mundo humano, humanizado y humanitario.