Rezar para que no se rompa
No estudié ni física, ni química. Sólo papelajos sin importancia y leyes. Y me pregunto si existirá un proceso científico en el que el cristal, un cristal sólido, de roca, se vaya afinando, afinando, hasta convertirse en una frágil hojita transparente sin peso y sin volumen. En las personas existe. Es un proceso al que llamamos a veces “drogas”, a veces “anorexia”.
No sé cuál podría ser el desencadenante de la reacción. Quizás la jarrita, inocente, hermosa y reluciente, se quedó desatendida demasiado tiempo a una corriente fría de aire, o a una presión constante, o a una falta o sobra de algo en algún momento en el que nadie miraba, o en el que todos miraban demasiado…y entonces la pequeña copa, la persona, la niña, entra en una fase de cambio destructivo, al que llama a veces “evolución” a veces “déjame hacer con mi vida lo que yo quiera” y que en realidad consiste en una contracción, una distorsión, un camino tal vez sin retorno hacia la inconsistencia, hacia la mirada de asombro permanente, hacia la ligereza en el paso, en el peso y en la conciencia; hacia la pérdida de brillo, de lustre, de solidez.
Queda opaca, expuesta, sin medir las consecuencias de lo que está ocurriendo, a cualquier golpe de viento, a no soportar el peso de un vencejo infantil que vino a descansar un momento en su camino, a un grito, a una caricia precipitada y torpe. Y los demás, los que observan el deterioro con ansiedad, viven pendientes de que el proceso físico, o químico, revierta. Se angustian contemplando como a través del fino papel cristalino que un día fue una espléndida copa, una jarra preciosa, sólo se ven burbujitas. Y ya no se les ocurre nada más que rezar para que no se rompa.