Salud Mental y Sinhogarismo: La vulnerabilidad de ser mujer
El psicólogo Abraham Maslow, a través de su teoría de La Pirámide de las Necesidades, explica como las acciones del ser humano nacen de la motivación dirigida a cubrir ciertas necesidades, las cuales se organizan en función de la importancia que le damos para nuestro bienestar, es decir, describe las necesidades del ser humano de forma jerárquica: conforme se satisfacen las más básicas, como las fisiológicas (respiración, alimento, descanso…) las personas desarrollan necesidades y deseos más elevados.
Es por ello que solo se pueden atender las necesidades superiores cuando están cubiertas las inferiores. Y de alguna manera todos y todas aspiramos a satisfacer las de más arriba, puesto que la tendencia del ser humano es a crecer.
La necesidad de salud, que implica asegurar la integridad y buen funcionamiento del cuerpo y el organismo, podemos encontrarla en el segundo nivel, son las llamadas “necesidades de seguridad”.
En el Centro de Emergencia para Mujeres Sin Hogar que gestionamos desde la Fundación Luz Casanova en la zona Noroeste de Madrid, vemos día a día que las mujeres que nos llegan se encuentran en la situación de supervivencia, ya que sus necesidades básicas no están siendo cubiertas, provocando que no sientan la salud como una prioridad.
En ocasiones, algunas de ellas han estado semanas durmiendo en los pasillos de un hospital, comiendo lo que pueden y dando cabezadas en los asientos de la sala de espera. Su homeostasis está alterada, su estado de alarma es constante, solo piensan en el aquí y ahora y cómo sobrevivir.
Otras han tenido que vagar de una casa a otra, de una habitación a otra con su hija a cuestas buscando un lugar seguro, pasar todo el día en un Burger King con un café y una hamburguesa para la pequeña, porque es el único sitio seguro donde estar antes de buscar donde dormir.
Cuentan cómo han dormido y compartido cama con personas desconocidas. Hombres que les proponen sexo, o cómo han aguantado años bajo el yugo de un maltratador. Porque, cualquier cosa es mejor que exponerse a la inseguridad y el peligro de la calle, porque la calle puede llegar a ser peor que lo que tienen.
En la base de la pirámide
Estas situaciones afectan de manera crítica a la salud mental. Previamente su vida no era así, hubo un momento de estabilidad. ¿Qué pasa cuando se alcanzan los peldaños superiores de la pirámide y por diferentes circunstancias de pronto te ves en lo más bajo de ella?
Es el caso de estas mujeres que llegan a nuestro centro, el único pensado exclusivamente para mujeres en esta situación, y de otras muchas; personas que ha conseguido desarrollarse a lo largo de su vida, dado que consiguen una casa, un trabajo más o menos estable, un grupo de amigos y, de repente, se ven de nuevo en la base de la pirámide, abajo. Sin hogar, sin trabajo, sin red social…
A lo mejor nunca han tenido que luchar por un trozo de pan, porque siempre estaba ahí, o buscar un sitio para dormir. De repente todo tu mundo se desmorona y tienen que luchar y actuar por cosas que nunca antes habían tenido que hacer, y es en este momento en el que las prioridades cambian y no puedes pensar en el futuro, sino en el aquí y ahora y en cómo sobrevivir.
La salud mental y el sinhogarismo se encuentran íntimamente ligados, porque cuando lo has tenido todo y casi sin darte cuenta de no tienes nada, algo cortocircuita en tu cerebro, la mente colapsa, y se bloquea, y las personas se desesperan, se angustian, se deprimen… no encuentras explicación y acabas haciendo aquello que nunca habrías pensado.
Pero no solo se ve afectada la mental, la situación de sinhogarismo afecta a la salud en general. Diversas organizaciones como Provivienda y la Plataforma de Afectados por la hipoteca afirman la relación existente entre la exclusión residencial y mayores niveles de precariedad en la salud, tanto física como mental. La vulnerabilidad de estos casos se acentúa si eres mujer.
Las estrategias que llevan a cabo las mujeres para no acabar en la calle suponen un riesgo directo para su salud. A unas condiciones de vivienda inadecuadas que pueden provocar enfermedades y lesiones, se le suma la exposición a situaciones de riesgo por evitar acabar en situación de calle, como puede ser, por ejemplo, el trabajo sexual. Por tanto, las mujeres sin hogar, se presentan como un grupo más desprotegido frente a la enfermedad y al deterioro en general dado que padecen más problemas de transmisión sexual, circulatorios, músculo-esqueléticas, dermatológicos y trastornos mentales en comparación con los hombres.
¿Cómo evitar dicho deterioro? Desde el Centro de emergencia para mujeres sin hogar de la Fundación Luz Casanova, ubicado en la localidad madrileña de Collado Mediano, cubrimos las necesidades básicas de alojamiento y comida, permitiéndonos poder empezar a trabajar en sus necesidades superiores. Para ello realizamos un itinerario individual con cada una de ellas, fijándonos unos objetivos de manera conjunta. Éstos abarcan las diferentes esferas que intervienen en la vida de la mujer: salud, empleo, formación, relaciones sociales, aspectos jurídicos, etc. No obstante, lo primero que fija la intervención es la estabilidad emocional y la necesidad de responsabilizarse de su salud.
Tomar conciencia de estas situaciones y visibilizarlas entre los profesionales es imprescindible para que los diferentes agentes sociales estemos atentos a los indicios de deterioro y poder paliarlos a tiempo.
Una concienciación común donde todos veamos la situación de vulnerabilidad como un proceso de decadencia que afecta a los diferentes ámbitos de la vida de la persona, permitirá que actuemos más rápido, siendo más eficaces, acompañando a las mujeres en situación de sin hogar a recuperar la prioridad de su salud, del autocuidado, como camino hacia un nuevo mañana.
Silvia Colina Mercado, psicóloga y coordinadora del Centro de Emergencia para Mujeres Sin Hogar de Fundación Luz Casanova