Vivir sin miedo
Hace unos años me visitaron durante unos días mi sobrina y dos de sus amigas. Estaban comenzando la treintena. Tuvimos grandes ratos de charla, de compartir sueños, esperanzas, proyectos… tres mujeres con toda la vida por delante. Una de ellas había dejado su país, Chile y había venido para compartir y adquirir nuevos conocimientos. Otra se dedicaba a hacer documentales. Hoy ya ha recibido más de un premio como reconocimiento a su labor. Además de esto corría, y sigue corriendo, delante de las vaquillas en la fiesta de su pueblo. Mi sobrina ha viajado a África y a América Latina en busca de temas sociales nada fáciles: la extracción de esmeraldas en Colombia, el tráfico de gasolina en Nigeria, las mujeres en la cárcel de Barcelona…Cuento todo esto porque eran, y son, mujeres valientes, emprendedoras, con una gran capacidad de hacer frente a la vida. Sin embargo, en esas conversaciones salió un tema que hoy está de rabiosa actualidad: las tres sentían miedo cuando tenían que volver solas y de noche a sus casas. Miedo al varón, a su violencia, a la violación… una de ellas me enseñó el aerosol que llevaba en su bolsillo por si la amenazaban, otra contaba como al salir del metro ya llevaba las llaves en la mano, cogidas de tal manera que la llave más grande la pudiera servir de arma defensiva.
Unos días más tarde de ese mismo verano, vinieron dos amigas. Estas acababan de entrar en la década de los sesenta. Para mi sorpresa el miedo fue el tema principal de una de nuestras conversaciones más largas. Una de ellas contaba como a lo largo de su vida profesional cada vez que iba al trabajo, tenía que cruzar andando un tramo de la Casa de Campo de Madrid, tenía miedo. Miedo a que le saliera un exhibicionista, y le salió; miedo a que la cosa pudiera ir a más y pudiera ser violentada y violada. Ese miedo se lo fue quitando con los años, con muchos años, cuando pensó que, por la edad, se había vuelto invisible a los hombres. Ahora se estaba planteando irse a vivir con su pareja a México, el país con más feminicidios del mundo, sólo en 2021 más de 3000 mujeres fueron asesinadas. A esta cifra habría que añadir las violadas, las maltratadas…y el miedo le ha vuelto a surgir con una gran fuerza.
Estos días en medio de la visita del rey emérito, de los coletazos (sólo a nivel de los medios de comunicación) de la guerra de Ucrania y de la viruela del mono, se ha hecho hueco varias noticias que no sólo me dan miedo, me dan verdadero terror: las violaciones grupales, como la que sufrieron hace una semana dos niñas de 12 y 13 años en Burjassot, en Valencia.
Hace seis años todos nos escandalizábamos y nos echábamos a la calle para denunciar y condenar el “caso de la Manada”. Aunque no hay datos oficiales, “las informaciones recogidas por los medios de comunicación apuntan a que en el último año unos veinte casos han sido denunciados investigados por la Policía y la Guardia Civil”. La Fundación ANAR señala que este tipo de agresiones supone el 10% del total
Y apuntan a la falta de educación afectivo sexual y el acceso fácil a la pornografía como las posibles causas. Da verdadero susto ver las edades en las que los adolescentes acceden a esta información, algunos datos señalan los 8 años. Esta manera de vivir la sexualidad, desde el acceso a la pornografía, no sólo conlleva la justificación de las violaciones grupales, (daba pavor ver como aplaudían y vitoreaban a los adolescentes acusados de violación una vez puestos en libertad) Conlleva también un incremento en la violencia de género que sufren las mujeres
Hace poco más de un año Cristina Sanjuán de Save the Children publicó un informe que merece la pena conocer: Informe ‘(Des)información sexual: Pornografía y adolescencia. Un análisis sobre el consumo de pornografía en adolescentes y su impacto en el desarrollo y las relaciones con iguales’. “El documento ofrece propuestas ajustadas a las necesidades de la infancia y ..propone recomendaciones a la propia población adolescente, a las familias, a profesionales del ámbito educativo y sanitario, a poderes públicos y a la sociedad general”.
Hay soluciones y hay que ponerlas en práctica YA sino queremos vivir en un mundo donde predomine el miedo y este sea nuestro mayor compañero de camino. Las mujeres queremos vivir sin miedo