Voluntariado, una forma de poner los pies en la tierra
Resulta difícil hacer una noticia nueva sobre voluntariado y encontrar un titular diferente a que ellas y ellos, las personas que ofrecen su tiempo, ánimo y profesionalidad de forma desinteresada para causas como la igualdad y el trabajo por la inclusión, reciben más que dan. Debe ser así. Tanto Mon Antón, como Luis Méndez, María Escribano y Juan Jiménez, de distintas edades, profesiones y perfiles reiteran que dedicar sus sábados, jueves o días en los que se responsabilizan a dar el “do” de pecho por otras personas les aporta satisfacción.
Los tres se suman a una larga lista de personas, actualmente la Fundación y la Obra Social cuentan con más 120 de voluntarios y voluntarias, que desde hace años colaboran para sacar adelante el trabajo de Proyectos Luz Casanova.
“Es hasta egoísta. Trabajar aquí unos días a la semana te hace sentir bien. Te pone los pies en la tierra”, asevera desde la cocina Mon Antón, donde se desempeña como ayudante de cocina. Organiza ensaladas, bocadillos, pica verduras, limpia las cámaras y se pone a las órdenes de las cocineras del Centro de Día. Lo hace los sábados, cada 15 días. Llegó por una compañera de su trabajo, visitó el centro y consideró que era el momento de volver a dedicar parte de su tiempo al voluntariado. Antes lo había hecho para Cruz Roja, en ambulancias, como técnica sanitaria.
Luis Méndez Rojas, es médico y también considera que su papel en el comedor recogiendo, cortando pan, preparando el agua y en organización le aporta más que lo que da. “Me importa ayudar a los demás. Echar una mano a la gente. Me quedé con el gusanillo de haber colaborado como médico en alguna ONG y esto me aporta, a pesar de ese tiempo que me requiere cada 15 días”, señala. Para María Escribano que viene del mundo de la Responsabilidad Social Corporativa, a lo que se dedica, ser voluntaria en el comedor es una oportunidad para darse cuenta de las cosas importantes. “Llevo muchos años desde lo profesional trabajando con estos temas, pero ahora, especialmente tras la pandemia, sentí la necesidad de aportar mi grano de arena”, confiesa al teléfono. Juan Jiménez, que estudia Segundo de Ingeniería Informática, sirve en el comedor los jueves. También cuando le llaman ante alguna emergencia. Él destaca que lo siente como una obligación personal y que se aprende que nunca hay que descuidar a la gente.
Cuidados. Esa sería la palabra que define a nuestro equipo de voluntariado, un grupo que desde hace años –antes incluso que el término se hiciese importante y popular en la sociedad- pone su empeño y cuidado en cuidar a terceras personas. Son gigantes en el lema de la organización, maestros y maestras del “que por mí no quede”. Ante todas y todos ellos, sólo cabe la admiración y gratitud. Su aporte hoy y a lo largo de estos años ha sido fundamental por las horas, tiempo y energía y por el acompañamiento en unas causas vitales para construir un mundo mejor.
«No nos olvidamos de las muchas voluntarias y voluntarios que han aportado durante años su tiempo, cariño y dedicación y que hoy por la situación de la pandemia que estamos viviendo se han quedado a la espera de poder volver con más ilusión si cabe. Voluntarias capitaneados por Lola de Mesa, toda una institución en Luz Casanova, con sus más de 16 años al frente de un gran equipo al que ha sabido trasmitir la importancia del compromiso junto con los valores de respeto, empatía y humildad», señalan Ana Provedo y Terely Marone, voluntarias y ahora al frente del importante equipo altruista y profesional de la entidad. Ellas dicen que su antecesora en el cargo, Lola puso alto el listón, pero afirman también que esperan poder asumir ese reto con la ilusión y el trabajo en equipo de todo el voluntariado.
- En la foto, Mon Antón (con jersey negro), un sábado en la cocina. Con ella trabajan durestá Mica, una de las cocineras y la hermana Emilia.