MI CASA, nuevo Espacio Residencial Del Programa IMPULSA Para La Atención A Jóvenes En Situación De Sin Hogar

Volvemos a nuestra “KASA”

El proyecto “Mi Casa” se lleva a cabo en una casa situada en una calle tranquila, en un barrio tranquilo de Madrid. Allí 20 jóvenes, 5 chicas y 15 chicos, entre 18 y 28 años, han encontrado un techo seguro, una vivienda digna, el condicionante básico para salir de la exclusión. Allí nos topamos con historias de vida difíciles de relatar, incluso para sus propios protagonistas, porque supone, en muchos casos, revivir huidas con destinos imprecisos, días de hambre, noches sin cobijo, el desprecio y la desconfianza de tantas personas que se han encontrado en sus intentos de lograr una vida digna, un objetivo difícilmente alcanzable para las personas sin hogar.

Según datos de la Red FACIAM, de la que forma parte la Fundación Luz Casanova, actualmente, casi una de cada tres personas sin hogar tiene menos de 30 años. Conscientes de que la situación de sin hogar aumenta entre la población joven, la Red FACIAM, dentro del vigente convenio con el Ayuntamiento de Madrid de atención a personas sin hogar, está llevando a cabo el programa IMPULSA, a través de entidades pertenecientes a su red de Madrid. En el marco del Programa Impulsa se lleva a cabo el proyecto MI CASA, gestionado por la Fundación Luz Casanova, con el objetivo de proporcionar no solo una vivienda a personas jóvenes sino también ofrecerles asesoramiento, acompañamiento y cuantas herramientas son necesarias para evitar la exclusión social.

Acceder a una vivienda destinada a jóvenes sin hogar supone un logro muy destacable y el hecho de que el edificio haya sido cedido generosamente a la Red FACIAM por la congregación Esclavas de María Inmaculada merece ser tomado en consideración, porque supone el establecimiento de una colaboración estrecha entre un sector social muy vulnerable, como es el de las personas jóvenes sin hogar, y la citada congregación religiosa que desde hace años se vuelca en atender múltiples necesidades humanas.  

🟣 Mi Casa tiene rostro

Nunca se hubiese podido imaginar Ana María que un día la emoción la embargaría al pronunciar la frase, para ella hoy mágica, “me voy a casa”. Ella es una de las adolescentes que dan vida a Mi Casa. Recuerda su infancia con tristeza. Ella se atreve a contar que creció en medio del deterioro familiar en el que los gritos, las peleas y los reproches se repetían día tras día. La vuelta a casa después de la jornada escolar era para ella un momento crítico hasta el punto que les decía a sus compañeras: “No puedo volver a casa porque no tengo casa”. Ellas se reían, incluso se burlaban de tal afirmación. De hecho, al salir de clase, muchos días deambulaba por la ciudad durante horas, harta de contemplar las mismas escenas familiares y verse obligada a refugiarse en la soledad de su habitación.

 Llegó la adolescencia, esa fase tan complicada e incierta para muchos jóvenes, en la que se toman decisiones que pueden marcar el resto de sus vidas. Y este fue en el caso de Ana María. Tomó la decisión de abandonar las cuatro paredes que cobijaban su soledad. “Si alguien me pregunta por qué duermo en un portal, le diré que no tengo casa”, se decía, en un intento desesperado de vislumbrar un destello de esperanza en su situación de sin hogar. Hoy comparte responsabilidades concretas y tareas asignadas de forma consensuada con el resto de jóvenes, junto con el equipo de la Fundación Luz Casanova que gestiona Mi Casa. Hoy volverá a su casa al finalizar su jornada laboral.

Tampoco se imaginaba Tarik que, años después de cruzar el estrecho de Gibraltar y mal vivir sin papeles durante años, encontraría su casa en Mi Casa donde le han orientado y animado en todo momento a formarse personal y laboralmente. Habla español con fluidez y con el permiso de circulación, obtenido recientemente, se siente empoderado. “Hoy -asegura- trabajo en Mi Casa en labores domésticas como el resto de mi familia que hoy la forman mis compis de Nuestra Casa y, fuera de ella, trabajo en una empresa como conductor. Mi vida actual no se parece en nada a la anterior. Intento olvidarla”.

Hace unos días se inauguró oficialmente Mi CASA. Los protagonistas fueron los chicos y las chicas que la habitan: un grupo de personas jóvenes entusiasmadas con el proyecto de vida en el que se encuentran inmersas. Ellos y ellas relataron con emoción sus logros dentro y fuera de lo que hoy es su hogar, mientras hacíamos una “visita guiada” a las dependencias de la casa, regida por normas básicas de convivencia establecidas de forma consensuada, con horarios, con tareas asignadas que van rotando…, todo ello bajo la supervisión del equipo de profesionales de la Fundación Luz Casanova que de día y de noche les acompaña.

A la pregunta que hacemos a las chicas y a los chicos que nos muestran la casa acerca de qué es lo que más les gusta, Mara responde con decisión: “Lo que más nos gusta es que cada día volvemos a Nuestra Kasa”. Unos instantes de silencio dan paso a la aprobación unánime de su respuesta.

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